Especial lovecraftiano: Más allá de Yuggoth por Efraín Miranda

Los viejos dioses
Los otros dioses
Han dejado el número imperfecto
Esperando para que sea descifrado
En la hora decimotercera
Allí donde habita el miedo

Más allá de Yuggoth
Poemas arcanos
(poemas originales inspirados en la obra de H.P. Lovecraft)

I. Genesis

Bajo las oscuras tierras en el límite del universo
El caos repta entre las rocas en forma de hongos
Sus tentáculos micelares pueblan cada rincón donde la luz no llega
Y las formas de vida son consumidas por sus esporas
Invaden, mutan y se reproducen dentro de los cálidos cuerpos
Y las mentes ya no les pertenecen, su conciencia no es más que un sueño
Una pesadilla informe en la frontera de la realidad
Una miserable llama en la tormenta de los horrores que se ciernen
Sobre las costas de Yuggoth
La dura arcilla se moldea a su paso,
En el cielo crepuscular bajo un sol moribundo y ridículo
Que apenas calienta los huesos
Se arrastran inconscientes de su destino
Las bestias dominadas por el letargo
De su carne se alimenta el reino de los sin mente
De su piel nace la progenie de los sin cuerpo
Y una cabeza hinchada y bulbosa
corona con desprecio
La llama blanca de su estirpe

Azules son sus dedos por la falta de sangre
Rojas son sus capuchas decoradas de blancos lunares
Transparente es su entidad
Una masa que se mueve lentamente entre los huesos
Que son mudos testigos de lo que era Yuggoth antes de que
Todos durmieran en el abrazo
Del reino que hoy los oprime y desgarra
De allí surgen las maldiciones y una forma conocida se pone de pie
Es tiempo de la profecía y alguien debe repartir su palabra
El mensajero carga con el nombre de su dios dormido
Azathoth es uno más de sus esclavos
Uno más de los que han existido entre el caos
Y un ojo ciclópeo escudriña el cosmos en busca de más vidas que consumir en su nombre
Yog-Sothoth solo contempla su reino
Y en las tierras de los faraones Nyarlathotep
Seguido de las bestias que le acompañan susurra los designios del que se esconde en la oscuridad
Más allá de los ojos del hombre

II. El Ojo
La gran raíz se extiende por la negrura
Abriéndose paso entre la tierra oscura y los blancos gusanos
Se descomponen y renacen
Vomitados por su padre que los contempla con su gran ojo
Esparcidos sobre sus hermanos están sus dedos
Húmedos y sedientos
Hambrientos, pero sin dientes
Moviéndose sin pies
Arrastrándose entre las migajas dejadas por los depredadores
La medula de los cadáveres es suficiente para su propósito
Animando lo que ya está muerto
Dándole nueva vida a lo que ha sido corrompido por el Hades
El negro látigo de Erebos los condena a no conocer el descanso
A existir sin ser
A brotar en silencio bajo la mirada
Del ojo que no parpadea

III. El Huevo
La cascara se resquebraja
En su interior el nuevo ser se revuelca
Se contrae en espasmos sutiles
Brotando como los dedos de muerto
Restregando la ponzoña del odio
Desafiando a los dioses de lo arcano
Mientras se elevan las esporas de su condena
Enraizado a lo muerto
Eterno tormento de su reino
Podrida la cuna donde se cobija
En su nido el huevo vacío
En el aire el susurro de los demonios que cuelgan
En las ramas del bosque añejo y etéreo
Donde nacen los vástagos del olvido

IV. El nombre
Viento del norte que arrastra su pesada carga
Anuncia con desdén su nacimiento
Y no duda en reclamar su parte
En este trato entre la tierra y el cielo
Los engendros que se alimentarán del dios de un ojo
Aquel que contempla el cosmos poblado de horrores
Nacidos de su carne y sus entrañas
Soñados en los eones perdidos
Mientras en los planetas interiores sus hijos primigenios reptan y se arrastran
Alimentándose de la podredumbre
Consientes, pero inmóviles los tentáculos se quedan
Latiendo y punzando a la espera del tiempo
Donde la hambruna les dé el reinado que merecen
Inertes y en silencio se ha quedado los hombres
En sus cabezas ya no crecen ilusiones
Sino la más basta legión de tormentos
Arremolinados uno sobre otro
Vagos recuerdos de un pasado majestuoso
Estructuras otrora bullentes de vida
Ahora son el hogar de los inmóviles
Los que no pueden ver
Los sin piel
Conidióforos liberan su progenie
Y nuevamente el viento frio de las montañas de la locura
Los arrastran más allá de Yuggoth
Allí donde los que hablan sin boca
Los bautizaran por su color
Les llamaran purpura

V. Brote
No creas en las palabras de los dioses informes
Ellos no saben lo que brota bajo los pies del hombre
Bullen como levadura impía
Su vida no depende de los deseos
El cielo miente con la esperanza
Bajo la escarcha de vuestro paraíso se gestan
Se desarrollan diminutos
Esperando
Esperando
Sus remedios y sus dones
Sus poderes sanadores son tomados
En los brebajes de ilusión
Beben los iniciados
Comen de su roja carne para hablar con los del otro lado
Allá tras las barreras del sueño
Yuggoth aún vive bajo las negras aguas
Profundas como las ruinas de R’lyeh donde duerme el caos
Toma esta copa y consume la magia
Arcano sabor de brujas y hechiceros
Guía de los ancestros
Y veneno de los incautos
Brotando
Brotando
Así crece el micelio destructor de realidades
Donde camina el vacío
Allí encontraras su voz
Esperando ser escuchada más allá de la barrera invisible
Que separa al hombre de la bestia

VI. Onírico Lamento

Salve oh gran creadora de estalas seculares
Salve oh gran destructora de mundos
Salve oh madre de los malditos
Contemplan con horror los designios de tu palabra
Consumiendo el vino de sus copas
Brindando por un día prestado
Hacedor de sombras
Canta tu canción de blasfemias
R’gunl Na b’skat R’gunl Na b’skat
Lo quieras o no
Ellos dominan el onírico sueño
Tras la puerta negra se yerguen los muros
Contemplan los guardianes la silueta minúscula
De tu existencia
Vuelan sobre tu cabeza los Migos alados
De sus bocas cuelgan lo pedazos de otras almas
Que han sido carcomidas por la curiosidad
Morboso destino de quien atraviesa su fortaleza
Vibran las membranas consumidoras
Hacedor de sombras
Canta tu canción de blasfemias
R’gunl Na b’skat R’gunl Na b’skat
Corrupción natural de lo que ya no está
Muere la carne
Muere el cuerpo
Nace la pesadilla
Nace el gran hongo que todo lo cubre con su manto
Destructor de realidades
Oh gran madre de todos los horrores

SIGNO
Uno tras otro
Caen los signos del cielo
En la tierra ardiente sin vida
La plaga ha cobrado su precio
Muerte es todo lo que queda al paso
De los dioses exteriores
Remedos de un mundo
Escombros y ruinas en los eternos hielos
Hundidas han quedado las fortalezas de los que duermen
Hilos finos de araña se tejen en las rocas
Y un sol negro se alza al alba
Que no salvará a nadie
Millones de dientes desgarran la carne
La jauría hambrienta devora y desgarra
El símbolo amarillo se clava en el pecho de los reyes
Ishtar sonríe en la penumbra
Y los profetas escriben los designios del abismo
Hoy se quedan en silencio las sirenas
Y las olas del mar se marchitan en la noche sin luna
Los amos del olvido han entregado los signos
Es hora de aprender a leer el lenguaje arcano
La palabra de los dioses es hoy
Lo único que se escucha en el viento

VII. LEVIATÁN
El inmenso titán ha comenzado a despertar
Se mueve lento en el fondo de los abismos marinos
Su piel se resquebraja y las alimañas se retuercen de agonía
Allá en su trono el dios pulpo ha soñado lo suficiente
Dagón ruge entre el caos
Y su ejército se sumergidos comienza a reptar hacia la luz
Han sido olvidados por los hombres
Hoy es tiempo de que los recuerden
Las uñas se quiebran y las cadenas se rompen
La llamada de Cthulhu ha sido oída
Sus sacerdotes alzan las manos y pronuncian
Las palabras del que mora allá en el abismo
Un gran ojo se abre lentamente
Y el mar sucumbe ante su dios
Las espinas rompen la superficie del océano
Y la silueta ominosa se recorta contra el horizonte
El mesías ha renacido de lo profundo
Su nombre ya no será diluido por el tiempo
Pues su reinado durará hasta que la cabra negra vuelva a este mundo
Treinta veces treinta
Antes de que el sol vuelva a la casa de capricornio
Y Polaris se clave nuevamente en cielo sin estrellas 

VIII. EL LIBRO

Los designios de los otros dioses
Han sido escritos en la piel de sus acólitos
Son cantadas por lenguas cercenadas
Sus nombres son ajenos a las palabras del hombre
Y solo unos pocos pueden nombrarlas sin arrancarse la garganta
Nombres de pesadillas en ciudades ciclópeas
Seres con rojos tentáculos por cabeza
Aúllan a la luna menguante
Gibosa y sonriente se queda la diosa blanca
Las palabras del árabe loco por fin tienen sentido
Y en una meseta inmensa en las montañas
Las llamas de un sinfín de hogueras anuncian que
Ha comenzado el tiempo de las arenas
La eternidad no es regalo para los mortales
Condena es lo que consiguen los destinados al abismo
Y una sombra descomunal pronuncia
Las últimas palabras que ha de escuchar la humanidad

IX. LAGRIMAS DE CENIZA
Se arrastra el avatar de la destrucción
Por la tierra envenenada
Miasma se respira en el aire oscuro
Nubes que cubren el cielo
Y el sol no vuelve a los yermos de ceniza
Otras siluetas se elevan al paso del gigante
Y la misma noche bendice su carne
Los huesos de millones amortiguan el paso
Crujen los cráneos de los reyes
Y el único monarca se alza en el trono de cal
Su sonrisa macabra ilumina su rostro de arcilla
Sus tentáculos se retuercen atrapando al mundo
Se asfixia la vida
Y de los rostros solo brotan las lágrimas de ceniza
Ponzoña corre por las venas
Inmateriales sueños atrapados tras el portal de Hipnos
Duermen los anhelos del hombre bajo las pesadillas
Arcanos poemas recitados por los dioses del otro lado
Miserables almas que se niegan a su destino
Y no queda más que polvo sobre la tierra de Yuggoth
Y a la sombra de la funesta orden
Vuelven a brotar los dedos micelares
Y las cabezas chatas y planas se muestran indiferentes
Ante la muerte
Crecen y pululan como enjambre
Se extienden sus membranas sobre el suelo
Y los cadáveres son de nuevo el hogar de los sin cuerpo
Irresistible se vuelve el mirarlos consumir la poca vida que ha quedado
Caprichosa forma fálica de hongo resalta en la penumbra
Brillando con su mortecina luz
Allí donde el sol no saldrá jamás
Yuggoth se ha vaciado
Es tiempo de que el señor del olvido
Busque un nuevo reino
Los planetas interiores han de satisfacer
El hambre que no acaba
Las aguas del mar primigenio dormirán a los hijos de lo arcano
Y el tiempo donde la olvidada Kadath sea su cuna
Ha de llegar entre los eones del universo dormido
X. La ciudad del olvido
Las arenas del tiempo han de cubrir los rastros
Ruinas etéreas ajenas a la humanidad
Visiones que solo los locos pueden interpretar
Torres basálticas inmensas
Salones descomunales
Estatuas de seres informes
Los hielos eternos cubren las entradas
Nadie a de ver su interior
Si ama su cordura
Miserables destinos a los que pisen estas tierras
Ciudad inmensa sin vida
Reclama sin piedad lo que le pertenece
Su silueta se pierde en el horizonte
Impenetrable secreto sin revelar
Suyos son los acertijos de las voces antiguas
Antiguos son también los dioses que la forjaron
Tentáculos y no manos que moldearon la roca a su antojo
Perdida civilización arcana
Cantaran los versos a la luna menguante
Es tiempo de que se escuchen
Más allá del negro manto de la noche

XI. Altares en Dunwich
La colina coronada de piedra
Como corona impía
Cantan las chotacabras esperando por la muerte
Se arrastra desde los abismos
La masa gigantesca que aplasta todo a su paso
Renacen sus vástagos en forma de hombres
Leen los pasajes del libro negro
Respiran y se mueven
Se encierran en su huevo pútrido
Inconscientes y malignos
Los truenos resuenan en el cielo violeta
Y las brisas del averno destrozan la carne de los incautos
Cristales se rompen y el aullido de los perros anuncia el terror
Está llegando el momento
Que los hijos de lo arcano
Se manifiesten en el plano terrenal
Somos meros esclavos de los designios de los dioses
Somos el polvo del que brotará Yuggoth
Somos nada
Ellos son la eternidad


XII. EL NÚMERO IMPERFECTO

Los viejos dioses
Los otros dioses
Han dejado el número imperfecto
Esperando para que sea descifrado
En la hora decimotercera
Allí donde habita el miedo
En las esquinas de ángulos rectos está el portal para los sabuesos
Los perros de Tindalos están siempre al acecho de los curiosos
Ellos te ven
Mientras duermes en paz
Ellos susurran las profecías de R’lyeh
Muerden y mastican la carne de los atrevidos
Serás perseguido por algo
Que va más allá de la existencia
Sumergido en las dimensiones sin leyes
Allí donde el sol es negro y la noche blanca
Donde los dedos son serpientes y las lenguas escarabajos
El idioma de los arcanos se canta de noche
En las lejanas arenas del desierto
Y las cuevas en la tierra tienen ojos
Las montañas rugen con fuego
Y el mar yace muerto en su propio lecho
Los huesos se mueven sin carne y la carne se pudre
La piel son escamas y sus cabezas se estiran para formar conos
El alma es solo un montón de recuerdos
En la suma de los horrores siempre encontraras
El número trece

XIII. Vampiro
Los versos han sido recitados
Las palabras han sido escuchadas
La pregunta se ha formulado a las estrellas
Y ellas han respondido al llamado
Los apéndices cubiertos de bocas
Se adhieren a la carne mortal
Los huesos se quiebran en el abrazo de lo abominable
La sangre brota rauda y cálida
Para alimentar la sed del vampiro estelar
La piel se seca ante su succión
Y el cuerpo se dobla en demencial contorsión
Los ojos se clavan en la nada
Y la voz de a locura resuena en el aire
Han dominado el cosmos
Consumiendo la vida ajena
Perpetuando su existencia a costa de otra
Son el azote de las huestes infernales
Las masas sin forma
Reptantes y blasfemas
Incomprensibles para el hombre
Innombrables para su lengua
¡Oh, gran vampiro!
El néctar de la vida de los mortales
Es alimento de tu demencial existencia
El libro te ha nombrado
Y el hechicero ha recibido su pago
Un sacrificio por la sabiduría
De los que duermen en las estrellas

XIV. HIPNOS
Ha llegado la noche
Con su sutil presencia
Bajo los aleros de la ventana
Una sombra se arrastra
El señor del sueño atraviesa las paredes
Y con un solo toque de su mano fría
Ha despojado al alma de su encierro
Viajaran juntos a la tierra del sueño
Tras la barrera de lo real
La carne se queda quieta en su lecho
Y la mente divaga en los futuros eones por venir
De pronto
La penumbra de los castillos ciclópeos
Borran la silueta del horizonte
Y el viajante onírico se disuelve
Se empapa del terror que le sigue
Y su alma ahora se convierte en estatua de sal
Adornando las almenas
Del dios del sueño
XV. El Ídolo Negro
Las arenas del desierto
Esconden al dios sin rostro
Enterrado, dormido, esperando
Único
Te han advertido
Y no has escuchado
El caos reptante se arrastra tras de ti
Sombras, sombras, sombras

 

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