La relación de amistad entre dos profesores, Gabriela Mistral y Pedro Aguirre Cerda, que llegaron a las más altas esferas del quehacer cultural, pedagógico y político en la primera mitad del siglo XX
Una de las figuras trascendentales de nuestra sociedad, es la del Profesor, de tal manera que la celebración de su día en nuestro país, es una conmemoración masiva, entusiasta y popular. Miles de alumnos, apoderados, ex alumnos y el mundo político, se rinden en homenajes a quienes los guiaron y guían por el camino del conocimiento, pero también de los valores. Su radical importancia en la formación de distintos niveles de aprendizaje, en etapas diversas de nuestra vida, utilizando métodos, visiones filosóficas y psicológicas que varían de unos a otros y que además se adaptan dependiendo de los educandos, aprendices o neófitos, convierte esta profesión en las más importante de nuestra sociedad. El profesor que, además, es sinónimo de maestro, está presente transversalmente en la sociedad, debido a que nos encontramos en un constante aprendizaje, la figura del maestro es mayúscula para las generaciones venideras que deberían plasmar estas enseñanzas en el bien común que todo profesor inculca y promueve.
En este ensayo se evidenciará la figura de dos de nuestros más ilustres y determinantes profesores en historia de nuestra nación: Pedro Aguirre Cerda y Gabriela Mistral, en una amistad que no necesariamente es conocida y que debería estar presente en el conocimiento de todos los chilenos, dada la importancia de ambos para nuestra sociedad y nuestra educación.
Cómo se llega a ser profesor, qué mecanismos operan en el individuo para generar en él la vocación, aquella que parece haber extraviado su brújula en la actualidad, sin intención de generalizar, pero al gremio se le ha hecho un daño enorme en los últimos 50 años, cayendo esta noble labor en un menosprecio, descrédito y banalización que esperamos se revierta en algún momento, cuando las vocaciones y talentos recaigan en personas tan iluminadas como Pedro Aguirre Cerda y Gabriela Mistral.
Ambos son fruto de una época convulsa, una sociedad que, como la de hoy, se encuentra en constante cambio, un país en el que la educación presentaba un exiguo desarrollo, pero que gracias al trabajo de ambos consiguió dar un salto cuantitativo y cualitativo para el bien del país.
El primero, “nace en 1879, Pocuro, hijo de agricultores, quedó huérfano de padre a los ocho años. Para financiar sus estudios universitarios ejerció la docencia en varios liceos, mientras impartía clases en forma gratuita en escuelas nocturnas para obreros. Así, logró titularse como profesor de castellano y filosofía en la Universidad de Chile en 1900, Por esos años ingresó al Partido Radical y más tarde (en 1906) a la masonería. El 24 de diciembre de 1938, asumió como Presidente de la República, apoyado por el Frente Popular.
En concordancia con su lema de campaña “gobernar es educar”, un eje fundamental de su administración (1938-1941) fue la expansión de la instrucción primaria, a partir de la construcción de más de 500 escuelas, lo que significó que para 1940 el número de establecimientos normales y de primaria alcanzara la cifra de 4.214. En el caso de la matrícula, esta pasó de los 663.777 matriculados a los 722.170. Este aumento de la matrícula escolar tuvo relación directa con el fenómeno del aumento de la esperanza de vida y el crecimiento demográfico desarrollado durante la década de 1940.
Su gobierno también se destacó por desarrollar una activa política cultural. En 1939 promovió el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura a Gabriela Mistral. También ordenó elaborar un proyecto de ley para crear el Premio Nacional de Literatura que finalmente fue promulgado en 1942.
Pedro Aguirre cerda fallece de tuberculosis en 1941 no logrando terminar su mandato y sin poder ver uno de sus propósitos, a Gabriela Mistral con el premio Nobel de Literatura de 1945 y el Premio Nacional en 1951.
La figura de Gabriela Mistral, siempre se nos ha presentado como la gran poeta que es y por la obtención del Nobel de literatura, no mucho se habla de la importancia en el desarrollo de didácticas educativas, influencia en reformas educacionales y una acción determinante en el desarrollo de los derechos del niño. Menos conocida es su amistad con Pedro Aguirre Cerda.
Lucila Godoy Alcayaga nace en 1889 en Vicuña. Cuando tiene tres años, el padre abandona la casa y Lucila se traslada a Montegrande, lugar donde su hermanastra, es maestra y directora de escuela. Años después, en la escuela de Vicuña, donde la llevaron para que continuara con sus estudios de primaria, no encajó. Un día la culparon de ladrona ante la directora y madrina de Lucila. Esta mujer transformó la acusación en un acto ejemplar frente a toda la escuela. Lucila, muerta de vergüenza, se escondió a esperar que todas se fueran. Cuando salió, las demás niñas la apedrearon, mientras le gritaban ladrona. Este hecho marca, el fin de su educación formal. En su expediente personal se anota que no continúa con su educación porque es deficiente mental.
Más tarde, a los 21 años, a través de exámenes libres, que rinde en la Escuela Normal de Santiago en 1910 obtiene el título de preceptora. Empieza a trabajar como profesora en el Liceo de Barrancas y luego en el de Traiguén. En 1911 trabaja como profesora e inspectora al Liceo de Antofagasta. Después de permanecer ahí poco más de un año, se traslada al Liceo de Los Andes. Desde allí enviará sus sonetos de La Muerte a Los Juegos florales de Santiago.
En ese Liceo permanece hasta que Pedro Aguirre Cerda (Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la época a quien había conocido en Pocuro, pueblo cercano a Los Andes), la nombra directora del Liceo de Niñas en Punta Arenas (1918). Su próximo destino como directora es el Liceo de Niñas en Temuco. Termina su vagancia de maestra y directora, en el Liceo Nº 6 de Niñas en Santiago, donde escribe el libro “Pensamientos pedagógicos”. En todos estos liceos, Mistral pone en práctica lo que escribió sobre la educación. Los crecientes buenos resultados de sus propuestas asombran cada vez más a Pedro Aguirre Cerda, por lo que no duda en recomendársela al Ministro de educación Mexicano, José Vasconcelo, quien se entusiasma y la invita en 1922, a ser parte de la reforma educacional rural e indígena de México. Ese mismo año Gabriela Mistral publica “Desolación” y le dedica así su libro “A don Pedro Aguirre Cerda y a la señora doña Juana A. de Aguirre, a quienes debo las horas de paz que vivo”
Esta relación de amistad se mantendrá durante los años, en un gesto similar Pedro Aguirre Cerda dedica su libro de 1929 “El problema agrario” de la siguiente manera “Lucila Godoy… nuestra Gabriela”
Su relación con el matrimonio Aguirre Aguirre se mantendrá, a través de numerosas cartas, hasta el fallecimiento del presidente.
Estos son algunos de los cargos que Gabriela Mistral desarrollo: profesora y directora; diseñadora de la enseñanza rural en la Reforma Educacional Mexicana; cónsul en Madrid, Lisboa, Niza, Petrópolis, California, Veracruz, Nápoles y Nueva York; Consejera y luego Delegada de Chile en el Instituto de Cooperación Internacional de la Sociedad de las Naciones en Ginebra donde entre otros, participó del Congreso de Protección a la Infancia y fundó la colección de Clásicos Iberoamericanos.
Obtiene el Nobel en 1945, el Nacional en 1951 y fallece en 1957 dejando tras de sí un enorme legado que aún se está descubriendo.
Ambos profesores llegaron a cimas insospechadas a propósito de sus orígenes humildes y a las dificultades de la infancia, sin embargo, se convirtieron en referentes para un país, ellos resguardaban los valores que tanto apreciamos, tuvieron como máximas la tolerancia, la fraternidad y el bien común.
Además, mantuvieron una amistad, comunicación y amor por la enseñanza y el progreso de nuestro país desde la educación, nunca se olvidaron de su vocación pedagógica.
Este es nuestro homenaje, contando la historia de ambos, de su amistad y de su amor por la educación y la cultura nacional.